
Consiste en inyectar corticoides debido a su potente efecto antiinflamatorio, solos o con anestésicos locales en el canal medular, en la zona que rodea las membranas que envuelven la médula. Esta zona se denomina «espacio epidural«.
Tiene la ventaja de que al no tener que llegar a la médula espinal, se puede realizar a cualquier nivel (cervical, torácico, lumbar y caudal)
El principal objetivo es reducir la inflamación de las raíces nerviosas producida por su compresión, apareciendo el dolor irradiado.
Los derivados de la cortisona tienen un efecto antiinflamatorio muy potente, aunque sus riesgos y contraindicaciones impiden administrarlos de forma continuada por vía general. Para aumentar la eficacia de su efecto antiinflamatorio y disminuir sus riesgos, en la infiltración se colocan los esteroides en el espacio dural, de forma que tienen un efecto local potente y menos efectos secundarios. Así se conseguiría desinflamar la raíz nerviosa y mejorar el dolor irradiado.
Del mismo modo, la administración en ese espacio de anestésicos locales permite que un mayor porcentaje de la dosis administrada tenga efecto. Así se conseguiría mejorar la intensidad del dolor irradiado.
La medicina basada en la evidencia demuestra su utilidad en el dolor radicular irradiado a miembros superiores e inferiores siendo menos efectivo su uso en aquellos dolores cervicales o lumbares sin irradiación.